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INVITADO del mes

Margarita Salas

Elegimos a Margarita Salas como personaje del mes sin duda por los logros alcanzados a lo largo de toda su carrera. El equipo de Fundestic tuvo la ocasión de charlar con Margarita en su última visita a la UIMP donde impartió un encuentro sobre investigación y ciencia. Nuestra invitada se mostró en todo momento amable, receptiva, colaboradora con nuestras preguntas que se basaban en su gran mayoría en el papel de una mujer que había conseguido dar tantos pasos en el mundo de la investigación científica con repercusión internacional. Hoy te invitamos a disfrutar de una de sus muchas conferencias por nuestro país acercando el legado que aprendió de Severo Ochoa y que sin duda ha sabido perpetuar.

Biografía

Discípula del también asturiano Severo Ochoa, Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1959, la científica Margarita Salas trabaja en el Campus de Cantoblanco de Madrid. Nacida en 1938 en un pequeño pueblecito del concejo de Valdés, su investigación ha permitido extraordinarios avances en el campo de la bioquímica y de la biología molecular.


Tras licenciarse en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, Salas decidió dedicarse a la carrera científica. No fue una tarea sencilla. Era una época muy difícil para la investigación en España, especialmente si eras mujer. La asturiana, sin embargo, no cejó en su empeño de dedicarse a su pasión, por lo que comenzó su tesis doctoral bajo la dirección de Albert Sols.


En 1967, tras completar su doctorado, Margarita Salas emigró a Estados Unidos junto a su marido, el también científico Eladio Viñuela. Allí les esperaba la Universidad de Nueva York, y en particular, el laboratorio de Severo Ochoa. Durante su estancia de cuatro años en la ciudad, Ochoa comprendió la compleja situación de Salas como mujer científica. Como explica en una entrevista en El Global, el Nobel español decidió separarles de grupo, para que “si al menos no aprendían nada, mejoraran su inglés”.
La realidad, sin embargo, era otra. Severo Ochoa compartía una preocupación: la poca ‘visibilidad’ que podría tener la científica en un mundo dominado por hombres. Al regresar a España, su marido Eladio Viñuela también era consciente de la situación en la que vivía Margarita Salas.


Por este motivo, Viñuela abandonó su proyecto de investigación, comenzando a trabajar por separado. Ella seguiría especializándose en temas de enzimología y genética, mientras que él abordaría una problemática muy grave en España, el virus de de la peste porcina.


A finales de los sesenta, Margarita Salas comenzaría a trabajar en el estudio del bacteriófago phi 29. Este virus, perteneciente a la familia Podoviridae, infecta a algunos tipos de bacterias. ¿Pero por qué es tan importante? Su investigación ha revelado que phi 29 posee sólo 20 genes, por lo que su maquinaria genética podría abrir nuevas posibilidades en el campo de la biología molecular.


Como explicó Margarita Salas en una entrevista en Basque Research, “al principio no presentían la trascendencia que podría tener la investigación de este virus”. Y es que a pesar de que el bacteriófago sea muy simple, al poseer sólo 20 genes, en realidad esconde una maquinaria molecular tremendamente compleja. Partiendo de la investigación básica, el grupo de Salas demostró que podrían realizarse aplicaciones muy importantes e innovadoras.


Así fue como descubrieron la ADN polimerasa, una proteína que participa en la amplificación de los genes del virus. Esta enzima fue patentada y posteriormente licenciada a Amershan Biosciences (absorbida luego por GE Healthcare). Su importancia ha sido clave, ya que es una buena demostración de que la ciencia puede generar dinero. De hecho, el CSIC ha ingresado cerca de 4 millones de euros por esta invención, lo que supone casi el 50% de sus ingresos por royalties.


Margarita Salas es, sin duda, una de las figuras imprescindibles de la historia de nuestra ciencia. No sólo su investigación ha sido fundamental para entender un poco más cómo funciona el virus phi 29, sino que también es autora de la que por ahora es la patente más rentable en España. Resulta curioso pensar en que un pequeño virus, invisible para nuestros ojos, puede ser tan trascendente para la economía y la investigación. La científica asturiana ha logrado demostrarlo gracias a su trabajo infatigable.

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