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INVITADO del mes

Agustín Riancho, el maestro paisajista

El pintor español Agustín Riancho nació en el año 1841 en Entrambasmestas localidad del municipio de Luena, Cantabria y falleció en Ontaneda en 1929. En su tiempo de formación y perfeccionamiento no defraudó a sus mentores y profesores y actualmente se le considera uno de los grandes maestros del arte basando su gran trabajo sobre el paisaje.

Riancho ya empezó a destacar en su niñez, de origen humilde, fue tutelado desde niño por el impresor José María Martínez, quien llegó a solicitar una suscripción popular para financiar su carrera. Gracias a esta ayuda llegó a Madrid en 1858, donde ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando como discípulo de Carlos de Haes. Después, en 1861, gracias a una beca de la Diputación de Santander, viajó a Bélgica, siendo discípulo de Jan Pierre François Lamarinière en Amberes además de maestros como Courbet, Corot y la escuela de Barbizón, donde perfeccionó su etapa verde.


Si Riancho no hubiera sentido la necesidad personal de regresar al lado de su familia, tal vez estaríamos hablando de uno de los pintores más conocidos de la historia.


Regresó a España en 1883, residió en Valladolid durante cinco años, dedicado a la actividad docente y pictórica, pero en 1888 se vio obligado a regresar a su tierra natal y a instalarse en la casa de su hermano donde vivió humildemente durante treinta años, casi olvidado.


El reconocimiento le llegó tardíamente, con motivo de las exposiciones individuales de 1922 y 1923 celebradas en Santander y en un homenaje en 1928 en el Parador Gil Blas en Santillana del Mar, presidido por la archiduquesa de Austria.


La casa de la familia Riancho en Ontaneda en la que murió el pintor junto a su sobrina en 1929, huele a historia. Mientras se suben las escaleras de entrada de esa gran casa montañesa de tres alturas en medio del pueblo uno comprueba que casi todo el mobiliario original está intacto como en aquella época en la que el autor regresó de Bélgica con el único deseo que vivir junto a sus hermanos y volver a pintar los paisajes que tanto le marcaron.



Las obras de Riancho están llenas de pasión, con una expresión pictórica por la naturaleza que duraría toda su larga vida. Su talento fue disciplinado, metódico, meticuloso y con un estilo sublime y lleno de una fuerza cautivadora. Primero trazó el camino de la plenitud, por medio de dibujos o bocetos que el mismo artista y posteriormente su propia familia, no consideraban importantes, pero que fueron el apoyo de sus obras posteriores.



Entre las pinturas del maestro hay que destacar dos importantes puntos. Su luz, esa luz que podemos ver y sentir con la transparencia de sus árboles, de sus aguas y el movimiento del viento, que hacen admirable y equilibrada su pintura. Y el color negro, magistralmente tratado y aplicado, para armonizar con sus verdes, grises, rojos y amarillos difíciles, consiguiendo una obra llena de originalidad y sensibilidad.

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